Thursday, December 09, 2004

Turismo

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Salimos de Madrid con dirección Vitoria. Sin apenas pausar llegamos a la noble Pamplona, y de allí hacia Gerona, desde donde continuamos hasta llegar a la Bella Easo para trasladarnos a la laboriosa Bilbao y proseguir así, tras dejar Santander -”eres novia del mar”-, ruta a Oviedo, siguiendo el camino que conduce a La Coruña, para partir a Pontevedra, ¡Pontevedra!, y, una vez dejadas atrás Orense, la austera Zamora y la docta Salamanca, tras recorrer el trayecto Badajoz-Huelva, atravesamos Cádiz. Seguimos, cercanos al mar, acercándonos a la simpar Málaga, así como a Almería y después a Murcia. En poco tiempo alcanzamos Alicante, y tal como se dice, “adelante”, ahora a Valencia. Y a Castellón de la Plana. Luego, con Tarragona a nuestras espaldas, al igual que Lérida, Soria y la inmortal Zaragoza -que la llaman de esa manera- nos dispusimos a ir hasta Teruel, recia ella, y Albacete. Nos fuimos. Ahora el camino nos llevaría a Granada. Acto seguido, como embrujados o embriagados, directos a Sevilla. Imbuídos con su aroma hicimos el desplazamiento que nos llevaba a Cáceres y Valladolid. Después, Lugo, León y Burgos, dirigiéndonos directamente a Palencia. Nos esperaba Segovia, y más allá, Ávila. Desde sus murallas, poco a poco, fuimos con calma a encontrarnos con Córdoba, y, pronto, dejamos Jaén yendo con decisión a cruzar Cuenca, y sin dilación a Ciudad Real. Rápidamente traspasamos Toledo y pronto también Guadalajara, haciendo, en escaso espacio temporal, entrada en Logroño y salida de Huesca para, por fin, llegar a Barcelona para pasar noche.

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