Una excursión estival
Tras presenciar el fenómeno anual de la licuación de la sangre de San Pantaleón, que acontece en el Monasterio de la Encarnación de Madrid, fui al convento de las Descalzas Reales a observar con atención y detenimiento los cráneos de San Cosme y San Damián.
Dada su cercanía, me desplacé al Monasterio de San Lorenzo del Escorial, donde pude ver once espinas de la corona con que fue torturado Jesucristo.
Desde allí me trasladé a la ermita de las Angustias de Cuenca, donde se guarda con extremado celo una pezuña petrificada del diablo, la cual observé largo rato con detenimiento.
Acto seguido me acerqué a la catedral de Jaén para ver la tela que tiene la impresión del rostro de Cristo y que es conocida como la Santa Faz.
Sin pausa partí hacia la provincia de Cáceres, en concreto a Coria. En su vetusta catedral contemplé un retal del mantel utilizado en la Última Cena, maná de los israelitas y el material óseo de la cabeza de una de las célebres 11.000 vírgenes.
Me encaminé a San Esteban del Valle, pueblito sito en la vecina provincia de Ávila, lugar natal de San Esteban, pionero protomártir alanceado en Japón. En su recia iglesia pude atisbar el resto que se conserva de su cráneo, a pesar del peculiar yelmo que lo cubre.
Nada más abandonar la iglesia me trasladé a la bella Merindad de Estella, en Navarra. Una vez allí me dirigí al pueblo de Sorlada, cuya hermosa basílica alberga un trozo craneal de San Gregorio en un más que aceptable estado de conservación, según pude ver.
Me desplacé, sin abandonar la provincia, al santuario de Sangüesa para poder admirar un pequeño sobrante del barro que el Sumo Hacedor usó para modelar a Adán.
Dejé aquellas tierras en dirección a Castiello de Jaca, ubicado en la parte inferior del Alto Valle del Aragón, en cuya iglesia románica se exhiben la Tinieblas de Nuestro Señor, una de las terribles plagas sufridas por Egipto por mandato divino. Tinieblas por tres días tan densas que podían palparse. (Ex. 10:21).
No muy lejos de allí, en la imponente catedral de Huesca, pude apreciar los restos óseos de la cabeza de San Lorenzo.
Con presta prontitud fui a la localidad de Liria, en Valencia. Fue allí donde pude ver una pluma de un ala del arcángel San Miguel.
Me desplacé a la capital del Turia y me introduje en su catedral, donde pude ver mantos de santos (José y Juan), dedos de santos y santas, también brazos de origen santo, y, como postre, el cáliz de la Última Cena.
Di por terminada la excursión y con decisión volví a casa.
Acto seguido me acerqué a la catedral de Jaén para ver la tela que tiene la impresión del rostro de Cristo y que es conocida como la Santa Faz.
Sin pausa partí hacia la provincia de Cáceres, en concreto a Coria. En su vetusta catedral contemplé un retal del mantel utilizado en la Última Cena, maná de los israelitas y el material óseo de la cabeza de una de las célebres 11.000 vírgenes.
Me encaminé a San Esteban del Valle, pueblito sito en la vecina provincia de Ávila, lugar natal de San Esteban, pionero protomártir alanceado en Japón. En su recia iglesia pude atisbar el resto que se conserva de su cráneo, a pesar del peculiar yelmo que lo cubre.
Nada más abandonar la iglesia me trasladé a la bella Merindad de Estella, en Navarra. Una vez allí me dirigí al pueblo de Sorlada, cuya hermosa basílica alberga un trozo craneal de San Gregorio en un más que aceptable estado de conservación, según pude ver.
Me desplacé, sin abandonar la provincia, al santuario de Sangüesa para poder admirar un pequeño sobrante del barro que el Sumo Hacedor usó para modelar a Adán.
Dejé aquellas tierras en dirección a Castiello de Jaca, ubicado en la parte inferior del Alto Valle del Aragón, en cuya iglesia románica se exhiben la Tinieblas de Nuestro Señor, una de las terribles plagas sufridas por Egipto por mandato divino. Tinieblas por tres días tan densas que podían palparse. (Ex. 10:21).
No muy lejos de allí, en la imponente catedral de Huesca, pude apreciar los restos óseos de la cabeza de San Lorenzo.
Con presta prontitud fui a la localidad de Liria, en Valencia. Fue allí donde pude ver una pluma de un ala del arcángel San Miguel.
Me desplacé a la capital del Turia y me introduje en su catedral, donde pude ver mantos de santos (José y Juan), dedos de santos y santas, también brazos de origen santo, y, como postre, el cáliz de la Última Cena.
Di por terminada la excursión y con decisión volví a casa.
(Remitido por (Meur Sault)
Labels: Viajes
1 Comments:
Me ha sorprendido este párrafo telegramático : "Desde allí me trasladé a la ermita de las Angustias de Cuenca, donde se guarda con extremado celo una pezuña petrificada del diablo, la cual observé largo rato con detenimiento."
Me resulta sorprendente que después de observar largo rato con detenimiento un objeto tan bizarro, el excursionista no haya dado una descripción u opinión sobre el objeto observado largo rato, con detenimiento.
¿Sería posible conocer las características morfológicas de esta reliqua diabólica?
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