Crónica de New York

Parece que uno se levanta dando codazos.
Los asuntos aparentemente más sencillos se complican hasta la exasperación, pero aquí nadie se lo toma como algo personal.
La filosofía guerrera de esta ciudad se traslada también a las máquinas. La complicación alcanza entonces unos niveles de sofisticación insospechados.
El flamante nuevo edificio del New York Times es un buen ejemplo de ello.

A esta zona le llaman ahora el "Nuevo Times Square", eufemismo que refiere a la operación de limpieza llevada a cabo en este barrio, tradicionalmente dedicado al mercado del sexo en particular y al vicio en general.

donde se reunía gente de la más diversa procedencia.
Los ascensores del Times se encuentran situados en un pasillo anterior a la mesa de seguridad.

Como ésta es la parada obligatoria, nadie se fija en tan importante detalle y el inocente visitante acaba, una vez libre de culpas y tras serle permitido el paso, más perdido que cuando entró.
Un único mando, situado en el pasillo de acceso, controla los seis ascensores.
Cuando presionas el número de planta se ilumina la letra del elevador que debes utilizar.
El vestíbulo ha sido decorado con pantallas de televisión acopladas a la pared que proyectan múltiples imágenes del enorme archivo que atesoran.
Se pueden perder unos minutos disfrutando de las fotografías digitales. Bob Kennedy, Jack Ruby, Maria Callas, George Bush, la catástrofe de Nueva Orleáns, la guerra de Irak… infinito el desfile de imágenes.

Mientras disimula disfrutar de las excelentes vistas a Times Square que ofrecen las enormes cristaleras de la planta catorce, observa el comportamiento de los habituales para afrontar el reto del autoservicio con la mayor dignidad posible.

Pagar tampoco es fácil.
No se permite abonar con dinero. Los empleados cargan en su tarjeta de crédito, especialmente expedida para este menester, los gastos ocasionados.
Otra señal inequívoca de la vida moderna en los países desarrollados.

Sin apenas darse cuenta, posee hasta diez tarjetas plastificadas que sirven para controlar sus movimientos cotidianos.
La tarjeta de transportes, la de la biblioteca, el gimnasio, las tarjetas de las grandes cadenas de droguerías, supermercados o confección que ahorran dinero con su uso… el caso es complicar nuestras vidas insignificantes.


INVEST IN FACTS, NOT IN FEELINGS

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